
El regreso de Javier Aguirre al frente de la Selección Mexicana de fútbol de cara al Mundial 2026 ha generado entusiasmo en algunos sectores, pero si somos francos y realistas, la situación del equipo no invita a la ilusión. Y es que, aunque “El Vasco” tiene experiencia y un largo recorrido en los banquillos, apostar por su regreso es un síntoma claro de que la Federación Mexicana sigue estancada en la mediocridad, reciclando ideas y técnicos ante la falta de un verdadero proyecto a largo plazo.
Javier Aguirre: El técnico “bombero” sin chispa
No hay duda de que Javier Aguirre es uno de los técnicos más experimentados del país. Ha salvado a equipos del descenso, ha logrado lo impensable con equipos como Osasuna y ha llevado a México a dos Copas del Mundo. Pero seamos claros: su estilo ya no tiene el impacto que tuvo en el pasado. Su perfil de entrenador “bombero” es útil para apagar fuegos, no para construir una selección con aspiraciones serias de competir a nivel mundial.
Aguirre no es un estratega moderno. Su fútbol es pragmático, a veces mezquino, con una mentalidad de supervivencia más que de protagonismo. ¿Eso es lo que necesita México para 2026, cuando el país será anfitrión del Mundial? No, se necesita más ambición, una visión clara de futuro y un técnico que no solo se enfoque en no perder, sino en ganar con convicción.
La mediocridad del fútbol mexicano
El mayor problema de la selección no es el técnico. El verdadero obstáculo es la estructura completa del fútbol mexicano, que sigue siendo un desastre. El torneo local, la Liga MX, es un torneo de maquila donde los equipos se enfocan más en el negocio que en formar jugadores de calidad. El desarrollo de talento es escaso, los jóvenes mexicanos siguen sin oportunidades reales y los pocos que logran irse a Europa lo hacen a ligas de segundo nivel o en clubes donde no juegan.
Sí, hay nombres como Santiago Giménez o Johan Vásquez que prometen, pero en el fútbol moderno, un par de jugadores con potencial no son suficientes para cambiar el destino de una selección. ¿Dónde está la planificación? ¿Dónde está la inversión en fuerzas básicas, en exportación masiva de talento a las mejores ligas del mundo? México sigue atrapado en la idea de que con uno o dos cracks se puede hacer algo grande, cuando la realidad es que se necesita un cambio estructural que simplemente no existe.
Las mismas promesas vacías
Llevamos escuchando la misma historia por décadas: “Este será el Mundial del quinto partido”. Cada cuatro años se habla de romper el maleficio de los octavos de final, pero la verdad es que el fútbol mexicano sigue sin estar ni cerca de los grandes. Y lo peor es que no se aprende de los errores. La Federación sigue sin implementar un proyecto serio, apostando por técnicos con nombre o renombrando a viejos conocidos que ya no tienen nada nuevo que aportar.
Con Aguirre al mando, la expectativa no puede ser otra que una clasificación a octavos de final en un Mundial donde México es local y se jugará contra selecciones menores. ¿Pero de ahí en adelante? Con este mismo estilo de fútbol precavido, con una federación que piensa en negocios antes que en fútbol, el equipo no tiene ni las herramientas ni la mentalidad para competir con los grandes.
Conclusión: México, sin rumbo claro
Javier Aguirre puede ofrecer una dosis de estabilidad a corto plazo, pero no es lo que la Selección Mexicana necesita si realmente quiere aspirar a algo más grande. Estamos ante la misma historia de siempre: promesas vacías, un técnico con más pasado que futuro, y una estructura que sigue sin dar frutos. Si México quiere trascender en su propio Mundial, necesita algo más que un técnico de emergencia y una generación de jugadores que parece quedarse a medias.
El problema de la selección no es un cambio de técnico, es un cambio de mentalidad y estructura. Y hasta que eso no suceda, seguiremos estancados, repitiendo los mismos errores y llorando en los octavos de final.